Sin dudas, un acontecimiento muy especial, en el que se conjuga la labor social y de defensa de derechos humanos de toda una vida, y la vocación artística de su protagonista. El último fin de semana se inauguró en el Museo Lucy Mattos (San Isidro, provincia de Buenos Aires) la exposición “Senderos de arte de ayer y de hoy”, de Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz y activista defensor de los derechos humanos, quien mostrará una faceta artística no tan conocida, pero que lo acompaña desde la infancia. Se trata de dibujos, pinturas, grabados y esculturas realizados desde 1950 hasta la actualidad.
La exhibición, curada por Laura Casanovas, propone un recorrido por los distintos períodos artísticos de Pérez Esquivel, que permiten observar las búsquedas plásticas para expresar sus preocupaciones sociales profundamente humanas. Una selección de cerca de 40 obras sintetizadoras de su trayectoria en las artes visuales.
Se exhiben, como describe Casanovas en el texto curatorial, “escenas que vislumbran identidades y culturas, la vida urbana, las luchas sociales, la fe religiosa de los desamparados, la guerra, el límite por momentos demasiado lábil entre vida y muerte, las dictaduras y las desapariciones, las manifestaciones artísticas de los pueblos, la mujer y los afectos familiares”.
Y más adelante, en el mismo texto, precisa: “Los dibujos en tinta, las xilografías, las pinturas en acrílico, acuarelas y las esculturas en bronce, madera, mármol y cemento descubren distintas etapas estilísticas con propuestas plásticas cercanas tanto al realismo como a las vanguardias, sobre todo de raíces latinoamericanas, pero con soluciones formales propias”.
Por último, la curadora opina que en los trabajos de Pérez Esquivel “resuenan ecos del arte moderno rioplatense, de la obra de Antonio Berni y su Juanito Laguna, del muralismo mexicano y del local del grupo Espartaco, entre otros”.
En la misma línea, Lucy Mattos, la directora del museo, afirma: “Con un estilo que remite a los matices y conceptos que caracterizaron a los grandes muralistas mexicanos, las pinturas de Adolfo Pérez Esquivel exploran el mundo precolombino de América. Así como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco trataron de consolidar los ideales sociales creados por la Revolución y cambiar los prejuicios contra los indígenas, Pérez Esquivel elaboró una obra que reivindica la tradición de los pueblos originarios”.
A su vez, el artista confirma: “Quiero contar la historia de América Latina. Primero soy artista, después militante. Las dos cosas se funden, todo mi arte tiene que ver con la vida, con lo que realizo y creo que eso es importante”.
Pérez Esquivel ha sido artista desde siempre, si bien su nombre se asocia principalmente en todo el mundo con la defensa de los derechos humanos, la democracia y la no violencia, lo cual le valió el Premio Nobel de la Paz en 1980. “Dibujo y escribo permanentemente. Son lenguajes distintos. A veces entra la palabra y a veces la forma”, comentó mientras se preparaba esta exposición.
La muestra se inauguró el sábado 2 de julio, en la sala de Av. Del Libertador 17426, en Beccar, partido de San Isidro, y se podrá visitar de miércoles a sábados de 11 a 19 y los domingos de 10 a 18 horas, hasta el mes de octubre.
Tallador precoz de la madera
Adolfo Pérez Esquivel nació en Buenos Aires el 26 de noviembre de 1931. Hijo de una familia muy modesta, pasó casi toda su infancia como pupilo en el Patronato Español de Colegiales. Allí aprendió a tallar la madera y despertó su amor por la escultura. Su abuela Eugenia, que hablaba guaraní pero casi nada de castellano, le transmitió la historia y la tradición de los pueblos originarios de América.
Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano y, simultáneamente, despertaron sus inquietudes sociales. "Tratábamos de hacer exposiciones -recuerda-, ir a las barriadas, hacer participar a los chicos. Hicimos muestras en fábricas y tratamos de que los obreros comenzaran a expresarse, a hacer sus propias obras".
En esa época conoció a Quinquela Martín, cuyo taller visitaba con sus amigos para verlo pintar y recibir sus consejos. Más tarde sería profesor en la escuela de arte que lo formó, en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de La Plata y en el Instituto del Profesorado de Azul.
Su intensa actividad artística se concentró en la pintura, murales y monumentos, entre los que se destacan el “Vía Crucis Latinoamericano” y “Paño Cuaresmal” realizado en 1992 en conmemoración de los 500 años de la conquista de América.
La obra, motivada por la organización católica de cooperación internacional Misereor, consiste en un conjunto de 15 paños pintados en su totalidad por el Premio Nobel de la Paz, donde se relata el Vía Crucis de Jesús a través de las problemáticas que atraviesa América Latina, y también el mundo actual, las guerras de baja y alta intensidad, el hambre, las desigualdades sociales, las dictaduras, la represión, y los graves problemas ecologicos y medioambientales que hoy nos aquejan
Otras obras destacadas son: el Monumento a los Refugiados, en la Sede del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Suiza; el Mural de los Pueblos Latinoamericanos en la Catedral de Riobamba, Ecuador; y su escultura de bronce en homenaje a Gandhi en la Plaza Gandhi, en Barcelona. Hay obras suyas en varios museos argentinos, como el Castagnino y el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario y en varias capitales de Latinoamérica, Europa y Canadá.
El niño que pintaba las paredes
El maestro Adolfo Pérez Esquivel, en charla con DATA DE ARTE, afirmó que "mi vínculo con el arte fue desde chico" y comentó que "como mi madre murió siendo muy pequeño, estuve en un asilo de huérfanos, y cuando agarraba un lapiz dibujaba en las paredes, por lo que las monjas e enojaban y me ecastigaban, yo las pateaba, y me mandaban con la portera, la señora Josefa, quien luego de su tareas, se iba al patio, sacaba una caja con maderas y tallaba distintas figuras para un pesebre".
Adolfo cuenta que "un día me dijo: ¿ querés probar?, yo no tenía más de 6 años, me animé y así empecé a tallar la madera". Adolfo tuvo una dura infancia, nació en San Telmo, y al morir su madre lo internaron en el Patronato Español, Fede Lacroze y Charlone, donde estuvo hasta los 12 años.
Un intuitivo para el arte, a los 10 años se puso a vender diarios cuenta que su padre "era pescador, cuando vino a la Argentina, desde Galicia, llegó como tantos que buscaban horizontes nuevos".
En su tránsito por la Boca conoció al gran Quinquela Martín y otros artistas, hizo su magisterio en la Escuela de Bellas Artes y estudió en la Escuela Superior de Arte de La Plata, y allí sintió que su camino podía ser el arte.
Al provenir de un hogar muy pobre sintió la necesidad de ayudar a los más humildes y entre el barrio y la parroquia desarrolló su crecimiento en el área de la labor social, y luego de diversas organizaciones.
Apasionado e interesado por América Latina y los pueblos originarios, habla de su abuela que era guaraní y casi no hablaba español. Y luego llegaron los viajes a Bolivia, Paraguay y otros países del continente, donde si vinculó a movimientos sociales, y scerdotes que luchaban contra la pobreza.
"Lo del Premio Nobel vino como consecuencia de todo ese trabajo, venía años haciendo cosas. Yo pensé que me habían propuesto como candidato porque estuve preso, y fui torturado en prisión durante la dictadura, pero fue por toda mi obra".
"Esta muestra es una parte de mi obra, incluye distintas épocas, y transmite un lenguaje que utilicé para expresar mi pensamiento y sentimiento" y nos anuncia que viene trabajando sobre otros cuadro: La Ultima Cena, que incluye a dos mujeres, María Magdalena y Virgen María, y a los discípulos de ahora, muchos de ellos compañeros míos de la militancia y la vida, como Helder Camara, De Nevares, Angelelli, y muchos más. Lo estoy trabajando de a poco y me llevará un tiempo, tal vez a fin de año esté listo".
En 1980, Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a su defensa de la Democracia y los Derechos Humanos por medios no-violentos, frente a las dictaduras militares en América Latina. En esa oportunidad expresó que recibía la distinción “en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad”.
Su lucha por la paz y la justicia no tuvo descanso: entre otras iniciativas, fue presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia de América Latina, presidente ejecutivo del Servicio Paz y Justicia Argentina, de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires, de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos. También es miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no-violencia y de la paz, del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg, del jurado del Premio de Fomento para la Paz “Félix Houphouet Boigny” de la UNESCO, y del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria (IEM).
Pablo T. Quirós
Entrevistas:
https://www.youtube.com/watch?v=Ay_IH4FzsfM
Edición: Marcelo De Focatiis
7/2022